En este apartado lugar dónde el tiempo transcurre lento (supuestamente, pensamos que se ha detenido) a mi otro yo le ha dado por el arte. Hoy soy Marié de la Boheme, y os explicaré por qué Victoria acabo rompiendo todos los espejos menos uno que se pudo salvar de su ira.
Ella nunca quiso envejecer, de hecho cuando estaba viva era un tema que la tenía un poco obsesionada: el ver como su belleza se iría marchitando poco a poco hasta acabar en decrepitud. Pensó incluso en el suicidio para conservar un bello cadáver, esa fue una de las razones por las que acabamos aquí. Yo, la verdad, no le daba tanta importancia, y cuando se miraba en el espejo de su alcoba yo le decía que ella era bella y lo seguiría siendo. Las otras voces sólo le decían que se autolesionara con objetos punzantes, la verdad que ayudaban muy poco... A día de hoy se lo sigo recriminando.
Cuando ya llevaba bastantes años encontró un libro en la biblioteca del asylum. Creo que el hallazgo tuvo lugar cuando ya no pertenecía al mundo de los vivos... se vio tan identificada que de vez en cuando le da por pintar algo parecido a lo que fue su efigie, su bella efigie... pues cuando le da el brote acaba rajando el cuadro. Le suele pasar cuando el cuadro comienza a envejecer por ella, un extraño proceso que tuvo lugar a raíz de leerse ese libro. Acto seguido rompió todos los espejos excepto uno, el que se encontraba al final de la escalera, un lugar poco habitual para colocar un espejo, pero ahí llevaba mucho tiempo, para qué cambiarlo.
Además es el último en el que se reflejó antes de acabar en el primer piso.
Cómo no el único que se adentró para sacar una buena foto y tener un punto de vista de aquel suceso cual souvenir fue nuestro valiente visitante Alejandro Palomo Alepuz
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